MATICES - QUE NADA CAMBIE - CESAR HILDEBRANDT - 07 MAYO 2021

 

MATICES

QUE NADA CAMBIE

CESAR HILDEBRANDT

 

Joe Biden acaba de decir que la clase media, fue la que hizo a los Estados Unidos y que los sindicatos, estigmatizados  por Reagan, construyeron  la clase media.  Biden es el presidente   de los Estados Unidos,  el país que la derecha  bruta y achorada   del Perú  ama  hasta  las cuclillas, hasta  el agachamiento.

El hombre que ha sucedido a Trump ha propuesto también   una  inmediata subida  de los impuestos  a las grandes  fortunas  y a las ganancias  de las corporaciones

En el foro de Davos, como se sabe, empezó hace tiempo el debate sobre cómo resetear  el capitalismo, cómo hacer para que deje de ser el sistema  lobuno  donde  la palabra compasión se considera  marica  y la palabra igualdad se considera marxista.

Todos los que piensan que el  capitalismo debe cambiar son capitalistas preocupados, funcionarios atentos a las señales de alarma. Si el mundo cambia, si la pandemia  ha exacerbado la desigualdad y exhibido las llagas de un orden planetariamente  insostenible, si las ovejas están hartas de balar consignas prestadas  y votar en elecciones que sirven para que nada cambie, entonces vienen los bomberos doctrinarios, los paramédicos    de las reparaciones  y dicen: para salvar esto, tenemos  que cambiar profundamente.

En efecto, no es posible que  el capitalismo  se haya  convertido  en este espanto de corrupción   y lobismo. El capitalismo que animaliza al ser humano y mineraliza la desigualdad como si fuera estratificación geológica, el capitalismo que esgrime la codicia como meta y la explotación más inicua como método, no es un sistema  sino  una  bomba  de tiempo.

Y siempre  habrá  alguien que le ponga  mecha y reloj a las bombas de tiempo.

Lo que digo es que mientras  en el mundo   empieza  a despertar   una  reacción en contra del inmovilismo y el tótem  del statu quo, aquí, en el país que pisamos  pero no terminamos   de construir,  toda  idea de cambio  pare- ce producir horror.  

Y lo tragicómico es que ese miedo cunde entre los que todo lo tienen de sobra y en muchos que carecen  de todo  pero que esperan  ser bendecidos  por el maná que chorrea. Aquí odian la idea del cambio los que se sientan  a la mesa de los festines  de la concentración y los que, boquiabiertos,  aguardan   las migajas que caigan del mantel.

Me llega al correo un video donde una mujercita  emprendedora   se jacta de haberles dicho a sus trabajadores que si gana Castillo ella cerrará  el negocio y ellos se quedarán  en la calle. Y la mujercita  cuenta  que un amigo suyo les ha dicho lo mismo  a sus trabajadores  y que eso es lo que hay que hacer en todas partes  donde  haya gente que trabaja  y dueños de algún negocio: asustar  a la gente, obligarla a votar por Keiko Fujimori,  cazarlas por el miedo.

La mujercita no entiende que eso se llama extorsión. Tampoco entiende  que eso es lo que hacían sus ancestros en las épocas del pisco, la butifarra  y el voto obligado  por  la causa de "las fuerzas vivas".     Jamás entenderá  que esa manera   de proceder  es bóer, es del Misisipi de los años 50 del siglo pasado, es del Perú de los barones del azúcar  y del imperio  mal  habido de los Prado. 

Y por supuesto   que  no podrá  entender  que prédicas  como la suya y prácticas como las de su clase son las que construyen,  barro  a barro, a personajes  como Pedro Castillo.

La derecha  peruana  tiene el control de los diarios, la televisión, la radio. Los que pasaron  por la salita  del SIN, los herederos que recibieron maletines kei- kistas con dinero negro, los que sueñan con que la injusticia sea aplaudida  por sus víctimas y la pobreza sea aceptada eternamente  como un designio del dios que no admite apelaciones, todos esos le dicen a la gente de los cerros…

Las provincias que LIMA desprecia: recen para que Castillo no sea presidente porque si la constitución de 1993 se modifica, las siete plagas de Egipto serán  poca cosa.

Y dicen más: que cambiar. Las  reglas de juego es herejía, que   proponer nuevas prioridades en  el presupuesto es irresponsable,  que subirles los impuestos  a las mineras será fatal.

Hay un dejo religioso en su gritería  y en su histeria  momia

Yo no estoy entre los apocalípticos  que aspiran   a que  de  los cielos bajen los ángeles del nuevo orden.  Cuando  parte  de mis amigos se instalaban en partidos comunistas, estuve entre  quienes  no renunciaron al escepticismo. La palabra paraíso me aterra  y la palabra  utopía  me empuja a buscar un lugar donde esconderme.

De lo que sí estoy convencido  es que un modelo como el nuestro es, a la larga, socialmente inviable. Y no porque lo reinaugurara Alberto Fujimori en 1990 sino porque, más allá de los nombres y las siglas, están los hechos y las cifras. El hecho es que candidatearnos a ser un ESTADO  FALLIDO. 

Las cifras que expresan la calidad de vida de las mayorías - desde  la anemia infantil hasta los desposeídos  de servicios elementales, pasando  por las pensiones  del hambre  y la red de salud  que condena a la muerte a los más pobres-  son concluyentes.

El gran problema  es que la derecha peruana  ha colonizado a gran parte de la clase media peruana, como si esta tuviera que ver con la gran banca,  el club de la construcción, el oligopolio farmacéutico.    Esa ha sido labor  de los medios  de comunicación, hipnosis reptiliana de sus opinólogos, sus locutoras, sus investigadores de  cartón  prensado.     Por  eso es que era vital deshacerse  de alguien que, por ser meramente neutral, fue vista como si de Rosa Luxemburgo  se tratara.    Hablamos   de lo que hizo "El Comercio"  con  Clara Elvira Ospina. 

El resultado   es  que "Correo", "Ojo" y "Perú 21" cumplen  hoy la función  que hicieron los diarios de la "prensa chicha" noventera mientras que Canal 4 y Canal N recuerdan  ahora los tiempos  de Lama  Bozzo y Nicolás Lúcar.

A eso hemos llegado. La derecha peruana quiere que millones de peruanos defiendan el orden que no los reconoce, el sistema   que no los acoge,  el modelo que los excluyó, el discurso que los tachó, los valores que les negaron.

Esa es la derecha que decía, con Vargas llosa a la cabeza, que Iván Duque era un gran presidente y que Uribe, su engendrador, era un prócer  colombiano.  Hasta  que todo reventó y la sangre  corrió por las calles.

Es la misma derecha cuneiforme que nos decía que Sebastián Piñera era un tipazo y que el modelo chileno era un ejemplo luminoso.  Hasta que todo se hizo pedazos y las balas tuvieron que llover.

Es la misma derecha que nos dice que el Perú está muy bien y que estará muy mal si alguien propone cambios.

Es la derecha,  en suma, que nos propone poner  de presidenta   a la cabecilla  de una conocida organización criminal