MATICES
QUE NADA CAMBIE
CESAR HILDEBRANDT
Joe Biden acaba de decir que la clase media, fue la que hizo a los
Estados Unidos y que los sindicatos, estigmatizados por Reagan, construyeron la clase media. Biden es el
presidente de los Estados Unidos, el país que
la derecha bruta y achorada del Perú
ama hasta las cuclillas, hasta el agachamiento.
El hombre que ha sucedido a Trump ha propuesto también
una inmediata subida de los impuestos a las grandes
fortunas y a las ganancias de las corporaciones
En el foro de Davos, como se sabe, empezó hace tiempo el debate sobre cómo
resetear el capitalismo, cómo hacer para
que deje de ser el sistema lobuno donde
la palabra compasión se considera
marica y la palabra igualdad se
considera marxista.
Todos los que piensan que el capitalismo debe cambiar son capitalistas
preocupados, funcionarios atentos a las señales de alarma. Si el mundo cambia, si la pandemia ha exacerbado la desigualdad y exhibido las
llagas de un orden planetariamente
insostenible, si las ovejas están hartas de balar consignas
prestadas y votar en elecciones que
sirven para que nada cambie, entonces vienen los bomberos doctrinarios, los
paramédicos de las reparaciones y dicen: para salvar esto, tenemos que cambiar profundamente.
En efecto, no es posible que el capitalismo se haya
convertido en este espanto de corrupción y lobismo. El capitalismo que animaliza al ser humano y mineraliza la desigualdad
como si fuera estratificación geológica, el capitalismo que esgrime la codicia
como meta y la explotación más inicua como método, no es un sistema sino
una bomba de tiempo.
Y siempre habrá alguien que le ponga mecha y reloj a las bombas de tiempo.
Lo que digo es que mientras en el
mundo empieza
a despertar una reacción en contra del inmovilismo y el tótem
del statu quo, aquí, en el país que pisamos pero no terminamos de construir, toda
idea de cambio pare- ce producir horror.
Y lo tragicómico es que ese miedo cunde entre los que todo lo tienen de
sobra y en muchos que carecen de
todo pero que esperan ser bendecidos por el maná que chorrea. Aquí odian la idea del cambio los que se sientan a la mesa de los festines de la concentración y los que, boquiabiertos, aguardan
las migajas que caigan del mantel.
Me llega al correo un video donde una mujercita emprendedora
se jacta de haberles dicho a sus trabajadores que si gana Castillo ella
cerrará el negocio y ellos se
quedarán en la calle. Y la mujercita cuenta
que un amigo suyo les ha dicho lo mismo
a sus trabajadores y que eso es
lo que hay que hacer en todas partes
donde haya gente que trabaja y dueños de algún negocio: asustar a la gente, obligarla a votar por Keiko Fujimori, cazarlas por el miedo.
La mujercita no entiende que eso se llama extorsión. Tampoco entiende que eso es lo que hacían sus ancestros en las
épocas del pisco, la butifarra y el voto
obligado por la causa de "las fuerzas vivas". Jamás entenderá que esa manera de proceder
es bóer, es del Misisipi de los años 50 del siglo pasado, es
del Perú de los barones del azúcar y del
imperio mal habido de los Prado.
Y por supuesto que
no podrá entender que prédicas
como la suya y prácticas como las de su clase son las que
construyen, barro a barro, a personajes como Pedro Castillo.
La derecha peruana tiene el control de los diarios, la
televisión, la radio. Los que pasaron
por la salita del SIN, los herederos
que recibieron maletines kei- kistas con dinero negro, los que sueñan con que
la injusticia sea aplaudida por sus
víctimas y la pobreza sea aceptada eternamente
como un designio del dios que no admite apelaciones, todos esos le dicen
a la gente de los cerros…
Las provincias que LIMA desprecia:
recen para que Castillo no sea presidente porque si la constitución de 1993 se
modifica, las siete plagas de Egipto serán
poca cosa.
Y dicen más: que cambiar. Las reglas de juego es herejía, que proponer nuevas prioridades en el presupuesto es irresponsable, que subirles los impuestos a las mineras será fatal.
Hay un dejo religioso en su gritería
y en su histeria momia
Yo no estoy entre los apocalípticos
que aspiran a que de los
cielos bajen los ángeles del nuevo orden.
Cuando parte de mis amigos se instalaban en partidos
comunistas, estuve entre quienes no renunciaron al escepticismo. La palabra
paraíso me aterra y la palabra utopía
me empuja a buscar un lugar donde esconderme.
De lo que sí estoy convencido es que un modelo como el nuestro es, a la
larga, socialmente inviable. Y no porque
lo reinaugurara Alberto Fujimori en 1990 sino porque, más allá de los nombres y
las siglas, están los hechos y las cifras. El hecho es que candidatearnos a ser
un ESTADO FALLIDO.
Las cifras que expresan la calidad
de vida de las mayorías - desde la anemia infantil hasta los desposeídos de servicios elementales, pasando por las pensiones del hambre
y la red de salud que condena a
la muerte a los más pobres- son
concluyentes.
El gran problema es que la derecha
peruana ha colonizado a gran parte de la
clase media peruana, como si esta tuviera que ver con la gran banca, el club de la construcción, el oligopolio farmacéutico. Esa
ha sido labor de los medios de comunicación, hipnosis reptiliana de sus
opinólogos, sus locutoras, sus investigadores de cartón
prensado. Por
eso es que era vital deshacerse de
alguien que, por ser meramente neutral, fue vista como si de Rosa
Luxemburgo se tratara. Hablamos
de lo que hizo "El Comercio"
con Clara Elvira Ospina.
El resultado es
que "Correo", "Ojo" y "Perú 21"
cumplen hoy la función que hicieron los diarios de la "prensa
chicha" noventera mientras que Canal 4 y Canal N recuerdan ahora los tiempos de Lama
Bozzo y Nicolás Lúcar.
A eso hemos llegado. La derecha peruana quiere que
millones de peruanos defiendan el orden que no los reconoce, el sistema que no los acoge, el modelo que los excluyó, el discurso que
los tachó, los valores que les negaron.
Esa es la derecha que decía, con Vargas llosa a la cabeza, que Iván Duque
era un gran presidente y que Uribe, su engendrador, era un prócer colombiano.
Hasta que todo reventó y la
sangre corrió por las calles.
Es la misma derecha cuneiforme que nos decía que Sebastián Piñera era un
tipazo y que el modelo chileno era un ejemplo luminoso. Hasta que todo se hizo pedazos y las balas
tuvieron que llover.
Es la misma derecha que nos dice que el Perú está muy bien y que estará muy
mal si alguien propone cambios.
Es la derecha, en suma, que nos propone poner de presidenta a la cabecilla de una conocida organización criminal